¿Te frustras cuando ves que tu pareja está como una moto y tú todavía estás arrancando?
¿Te pasa, a veces, que no consigues llegar al orgasmo?
¿Te ha sucedido alguna vez que estás tan concentrada en llegar al orgasmo, que te olvidas de disfrutar de las sensaciones?
En este artículo voy a explicarte a través de un ejemplo, cómo la preocupación de llegar al orgasmo puede convertirse en algo que no te permite conseguirlo.
La típica escena
Hace tiempo leí un libro de Lucía Etxebarria, el de Ya no sufro por amor y, me gustó mucho un relato en el que ella describe una cita entre un hombre y una mujer.
Intento resumirla según mi memoria (pero te advierto que hace unos cuantos años que lo leí). No recuerdo los nombres, pero pongamos que se llaman Julia y Oscar.
El hombre
Oscar sabe que tiene una cita con una chica para cenar.
Sale de trabajar, se ducha y se va al sitio donde han quedado.
La mujer
Para Julia, por el contrario, el encuentro con Oscar empieza mucho antes.
Ya por la mañana empieza a pensar qué se va a poner de ropa, cómo planificará la tarde, de qué hablará, que le dirá si no le gusta, y si le gusta, etc.
Al salir del trabajo decide depilarse y, al volver a casa se tira una hora probándose diferentes modelos y peinados.
Finalmente, sale de casa para ir al sitio donde han quedado.
La cita
La noche va bien, y él la invita a ir a su casa, a lo que ella accede.
Ya en la casa, empiezan a besarse y a quitarse la ropa y, mientras Oscar disfruta del momento, Julia va pensando algo así:
“¿Le gustaré o no le gustaré? ¿Creerá que soy una lanzada al venir a su casa la primera noche que lo conozco? ¿Debería acostarme con él o sólo jugar? ¿Le gustará mi cuerpo? ¿Y mis pechos? ¿Los considerará demasiado pequeños o demasiado grandes? ¿Notará los michelines que se me han puesto en la barriga?”
Como te puedes imaginar, Julia se está perdiendo todo lo que le está pasando.
No está disfrutando del beso, de las caricias, de la pasión….porque está demasiado preocupada ¡PENSANDO!.
Y esto, puede pasar tanto en una primera cita, como cuando tienes una pareja estable.
En función de las preocupaciones que tengas en ese momento.
La obsesión
Una preocupación mantenida en el tiempo, puede convertirse en una obsesión.
Cuando la preocupación es “llegar al orgasmo”, cuanto más piensas en ello, más te obsesionas.
Y, cuanto más te obsesionas, menos capaz eres de prestar atención a tus sensaciones corporales.
Y por lo tanto, no disfrutas.
Si él está muy excitado y tú no, entonces, te empiezas a preocupar de que si no te excitas, no llegarás al orgasmo.
La mente toma el control y los pensamientos te empiezan a bombardear:
- “hay que llegar al clímax”
- “piensa en algo que te excite”
- “relájate”
- “No lo estás consiguiendo”
- ¿Pero qué te pasa?
Con este panorama en tu mente, es fácil comprender que no te excites.
Y además, te perdiste las sensaciones.
Deja de obsesionarte por llegar al orgasmo
Tienes que tener claro que son las sensaciones, y NO los pensamientos de “deber” los que te llevarán a él.
Lo primero que has de hacer es tranquilizarte. Olvida la meta de “llegar al orgasmo” y cámbiala por la de “disfrutar de las sensaciones”.
Practica el centrarte en cada una sensación que tienes.
Pon atención a lo que sientes cuando te acaricia, cuando te besa, cuando notas el contacto piel con piel.
Recuerda también que cada persona tiene su ritmo, y que existe una diferencia entre la respuesta sexual del hombre y de la mujer.
Así que baja tu nivel de exigencia.
Tu objetivo ha de ser sentir las sensaciones.
Aparca a un lado la obsesión de tener que llegar al orgasmo.
Y permítete saborear cada sensación corporal.
El hecho de cambiar el objetivo y bajar tu exigencia en tener que llegar a la culminación, hará que mejore la experiencia sexual.
Y, si aun así no lo consigues, te dejo un último consejo.
Haz lo contrario
Si centrándote en las sensaciones, sigues sin poder disfrutar.
Haz todo lo contrario, es decir, trata de NO sentir.
Imagina que estás en el ginecólogo, y te están haciendo una exploración.
Evita cualquier excitación que puedas tener en el momento de la relación sexual.
Cero.
La verdad es que las exploraciones del ginecólogo son bastante desagradables, así que si mantienes esta idea en la cabeza, te irá bien.
Con cada beso, con cada caricia…nada.
No sientes nada.
Tu objetivo es congelarte.
Quizá te sorprendas del efecto que puede tener este ejercicio.
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